martes, 12 de julio de 2011

La Batalla de Ayacucho



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“La aurora del día 9 vio a estos dos ejércitos disponerse para decidir los destinos de una nación. Nuestra línea formaba un ángulo: la derecha formada por los batallones de Bogotá, Voltigeros (ex–Numancia), Pichincha y Caracas, al mando del Sr. General Córdova; la izquierda de los batallones 1ro., 2do., 3ro. y Legión Peruana bajo el Ilustrísimo Sr. General La Mar; al centro los Granaderos y Húsares de Colombia con el Sr. General Miller y en reserva, los Batallones Rifles, Vencedores y Vargas, al mando del Sr. General Lara.

Al reconocer los cuerpos recordando a cada uno sus triunfos, su gloria, su honor y su patria, los vivas al Libertador y a la República, resonaban por todas partes. Jamás el entusiasmo se mostró con más orgullo en el frente los guerreros. Los españoles a su vez, dominando perfectamente la pequeña llanura de Ayacucho, y con fuerzas casi el doble, creían cierta su victoria.”

“Nuestra posición aunque dominada, tenía seguros sus flancos por unas barrancas y por su frente no podía obrar la caballería enemiga de un modo uniforme y completo. La mayor parte de la mañana fue empleada en sólo fuego de artillería y de los cazadores. A las diez de la mañana, los enemigos situaban al pie de la altura cinco piezas de batalla, arreglando también sus masas a tiempo que estaba yo, revisando las líneas de nuestros tiradores. Di a éstos la orden de forzar la posición en que colocaban la artillería, y fue la señal del combate.”

“Los españoles bajaron velozmente sus columnas, pasando a las quebradas de nuestra izquierda los batallones de Cantabria, Centro, Castro, 1ra. Imperial y dos escuadrones de Húsares, con una batería de seis piezas, formando demasiadamente su ataque por esa parte. Sobre el Centro, formaban los batallones Burgos, Infante, Victoria, Guías y 2do. del Primer Regimiento, apoyando a la izquierda de este con tres escuadrones de la Unión; el de San Carlos, los cuatro de los Granaderos de la Guardia y las cinco piezas de artillería ya situada; y en la altura de nuestra izquierda, los batallones de 1 y 2 de Gerona, 2do.Imperial y 1ro., del Primer Regimiento: el de Fernandinos y el escuadrón de Granaderos de Alabarderos del Virrey.”

“Observando que las masas del centro no estaban en orden, y que el ataque de la izquierda se hallaba demasiado comprometido, mandé al Señor General Córdova, que lo cargase rápidamente con sus columnas, protegido por la caballería del Señor General Miller, reforzando a un tiempo al General La Mar, con el batallón Vencedor y sucesivamente con Vargas, mientras Rifles quedaba en la reserva para rehacer el combate donde fuera menester.

 El Señor General Lara recorría sus cuerpos en todas partes. Nuestras masas de la derecha marchaban armas a discreción, hasta cien pasos de las columnas enemigas, en que cargadas por ocho escuadrones españoles, rompieron el fuego pero los nuestros, comenzaron a rechazarlos y despedazarlos con nuestra soberbia caballería: fue un momento. La infantería continuó inalterablemente su carga en todo su frente.”



“Entre tanto los enemigos, penetrando por nuestra izquierda, amenazaban la derecha del General La Mar, y se interponía entre éste y el Señor General Córdova con los batallones en masa, pero llegando en oportunidad “Vargas” al frente y ejecutando bizarramente los Húsares de Junín la orden de cargar por los flancos de estos batallones, quedaron disueltos. “Vencedores” y los Batallones 1, 2 y 3 y la Legión Peruana marcharon audazmente, sobre los otros cuerpos de la derecha enemiga, que reuniéndose tas las barrancas presentaban nueva resistencia, pero reunidas las fuerzas de nuestra izquierda y precipitadas a la carga; la derrota fue completa y absoluta.”

“El Señor General Córdova trepaba con sus cuerpos la formidable altura del Cundurcunca, donde se tomó prisionero al Virrey La Serna. El Señor General La Mar, salvaba en la persecución, las difíciles quebradas de su flanco y el Señor General Lara marchaba por el centro, asegurando el suceso. Los cuerpos del Señor General Córdova

fatigados del ataque, tuvieron la orden de retirarse y fue sucedido por el Señor General Lara, que debía reunirse en la persecución al General La Mar, en los altos del Tambo. Nuestros eran ya más de mil prisioneros, entre ellos sesenta jefes y oficiales, catorce piezas de artillería, dos mil quinientos fusiles, muchos otros artículos de guerra, y perseguidos y cortados los enemigos en todas direcciones; cuando el general Canterac, Comandante en Jefe del ejército español, acompañado del General La Mar, se me acercó a pedir una capitulación.

Aunque la posición del enemigo podía reducirlo a una entrega discrecional, creí digno de la generosidad americana conceder algunos honores a los rendidos, que vencieron catorce años en el Perú; y la capitulación fue ajustada en el campo de batalla, en los términos que verá Ud. por el tratado adjunto; por él se han entregado todos los restos del ejército español, todo el territorio del Perú ocupado por sus armas, todas sus guarniciones, sus parques, almacenes militares y la Plaza del Callao con sus existencias.”

“Se hallan por consecuencia en poder del Ejército Libertador, los tenientes generales La Serna y Canterac, los mariscales Valdez, Carratalá, Monet y Villalobos; los generales de brigada Bedoya, Feraz, Camba, Somocurcio Cacho, Landázuri, Atero, Vigil, Pardo y Tur, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 mayores y oficiales, más de dos mil prisioneros de tropa, inmensa cantidad de fusiles, todas las cajas de guerra, municiones y cuanto elemento militan poseían.”

General Córdova,

atacó diciendo:

¡Adelante!, paso de vencedores, armas a discreción

“Mil ochocientos cadáveres y setecientos heridos, han sido en la Batalla de Ayacucho, las víctimas de la obstinación y de la temeridad española. Nuestra pérdida es de 370 muertos, y 609 heridos. Entre los primeros el Mayor Duxbury del “Rifles”; el Capitán Urquiola del “Húsares de Colombia”; los Tenientes Oliva de “Granaderos de Colombia”, los capitanes Colmenares y Ramírez del “Rifles”.

Los tenientes Bonilla del “Bogotá”, Sevilla del “Vencedor”; y Prieto y Ramonet del “Pichincha”. Entre los heridos, el bravo Coronel Silva del “Húsares de Colombia” que recibió tres lanzazos cargando con extraordinaria audacia a la cabeza de su regimiento.

 El Coronel Luque que a la cabeza del batallón “Vencedores” entró a las filas españolas; el Comandante León del Batallón Caracas, del 2 del Húsares de Junín que se distinguió particularmente: el coronel Leal contuso que a la cabeza del “Pichincha” no sólo resistió las columnas de caballería enemiga, sino que las cargó con su cuerpo; el Mayor Torres del Voltijeros; el Mayor Somosa del “Bogotá” cuyos batallones conducidos por los Coroneles Guas y Galindo trabajaron con extraordinaria audacia. Los capitanes: Jiménez, Conquis, Dorronsoro, Brown, Gil, Córdova y Urena. Los tenientes Infantes, Silva, Suárez, Villarino, Otárola y Frenche.”

“Los subtenientes Galindo, Chabur, Rodríguez, Malaba, Terán y Pérez de la Segunda División de Colombia. Los capitanes Landaeta, Troyano, Alcalá,Doronsoro, Granados y Miró. Los tenientes Pásaga y Arisscum y el subteniente Sabino de la 1ra. División de Colombia. Los tenientes Otárola, Suárez,Horna, Posada, Miranda y Montoya, los Subtenientes Iza y Alvarado (Alvarado Ortiz, paiteño)de la División del Perú. Los tenientes coroneles Castilla y Geraldino, los tenientes Moreno y Piedrahita del Estado Mayor.”

“Estos oficiales son muy dignos de una distinción singular.”


“El Batallón “Vargas conducido por su denodado Comandante Morán (Trinidad) ha trabajado bizarramente. La Legión Peruana con su Coronel Plaza sostuvo gallardamente su reputación. Los batallones 2 y 3 del Perú con sus comandantes Gonzáles y Benavides mantuvieron firmes sus puestos contra bruscos ataques. Los Cazadores del Nº 1 se singularizaron en la pelea, mientras el cuerpo estaba en reserva.

 Los Húsares de Junín conducido por su Comandante Suárez, recordaron su nombre para brillar con valor especial, los Granaderos de Colombia destrozaron con su carga el famoso regimiento de la Guardia del Virrey. El Batallón Rifles no entró en combate, escogido para reparar cualquier desgracia, recorría los lugares más urgentes y su Coronel Sanders, los invitaba a vengar la traición con que fue atacado en Corpahuaico. Todos los cuerpos en fin han llenado su deber cuanto podía desearse.”

“Con satisfacción cumplo el agradable deber de recomendar a la consideración del Libertador, a la gratitud del Perú y al respeto de todos los valientes de la tierra, la serenidad del Señor General La Mar ha rechazado el instante de decidir la derrota.”

“La bravura con que el General Córdova condujo sus cuerpos y desbarató en un momento el centro y la izquierda enemiga. La infatigable actividad con que el Señor General Lara, atendía con sus reservas a todas partes y la vigilancia y oportunidad del Sr. General Miller, para las cargas de Caballería.”

“Como el ejército todo ha combatido con una resolución igual el peso de los intereses que tenía a su cargo, es difícil hacer una relación de los que más han brillado, pero he prevenido al Señor General en Jefe de Estado Mayor General, que pase a Ud. los originales de las noticias enviadas por los cuerpos. Ninguna recomendación es bastante para significar el mérito de estos bravos.”

Según los estados tomados al enemigo, su fuerza disponía en esta jornada, era de 9,310 hombres, mientras que el Ejército Libertador formaba 5,780. Los españoles no han sabido si admirar más, si la intrepidez de nuestras tropas en la batalla, ola sangre fría, la constancia, el orden y el entusiasmo.”

“La campaña del Perú está terminada. Su independencia y la paz de América se han firmado en este campo de batalla. El Ejército Unido quiere que sus trofeos en la victoria de Ayacucho sean una oferta digna de la aceptación del Libertador de Colombia. Dios Guarde a Ud. Antonio José de Sucre.”


La batalla de Ayacucho se ganó por el arrojo del joven general Córdova. En un momento crucial, el general Sucre se le acercó y le dijo: general Córdova, si toma los altos del cerro Condorcunca, habremos ganado la batalla.

Entonces Córdova se bajó de su caballo y arengó a sus soldados diciéndoles: ¡Adelante, paso de vencedores. Armas a discreción ¡ Al llegar a su meta, Córdova encontró al Virrey La Serna herido, y a continuación vino la solicitud de capitulación. 

El historiador español Mariano Torrente afirma que el ejército realista en octubre contaba con 9500 pero que desde esa fecha había sufrido bajas considerables en los 47 días de continuos movimientos por los parajes más fragosos y difíciles, en el paso de una multitud de torrentes y ríos a causa de las privaciones de todo género que habían sufrido y la deserción propias de aquellas tropas, como también por los muertos y herido en las acciones de Andahuaylas, Matará y otras escaramuzas. Su fuerza efectiva era pues igual a la de los enemigos, es decir de 7 a 8000 hombres sin que se observase más superioridad que en la artillería.

Continúa Torrente manifestando que el ejército insurgente se componía de diez batallones, doce escuadrones y una pieza de artillería, con una fuerza disponible de 5780 hombres confesada por los enemigos, pero que según mejores datos no bajaba de los 7000.

El mismo historiador asegura que en el ejército realista sólo había 500 españoles y que el resto eran peruanos o del Alto Perú. Luego expresa que para evitar las deserciones se encerraba a los soldados naturales del país en cuadros formados por españoles. Esto como es fácil suponer demandaba más de 500 españoles.

Dice Torrente que en buen número de soldados del Ejército realista no tenían voluntad de luchar, y supone que hasta habían sido ganados a la causa de los patriotas. Narra casos de soldados que arrojaron sus armas y otros que hasta dispararon contra sus jefes. Culpa también como otros historiadores, al Coronel español Rubín de Celis, de haberse adelantado temerariamente en el ataque, dando oportunidad a que toda la División del General Córdova lo atacara y destruyera, creando la confusión en el resto del ala izquierda del ejército español. Reconoce este historiador que cuando ya estaba todo perdido, llegó un ayudante del General La Mar, para ofrecer a Canterac una generosa capitulación, planteamiento que aceptó Canterac, presentándose en compañía de La Marante Sucre.

Sucre en carta dirigida a Bolívar el 19 de noviembre aseguraba tener más de 5000 hombres de a pie y 1000 de a caballo, lo que representaba más de 6000 en total.

Después del revés que sufrió el ejército patriota en Corpahuaico, en que tuvo apreciables pérdidas; su ejército quedó conformado por 4000 colombianos, 1200 peruanos y sólo 80 argentinos.

El P. Rubén Vargas Ugarte, en “Historia General del Perú”, dice que La Serna había dispuesto que Valdez ocupara la derecha, Monet el Centro y Villalobos la izquierda, teniendo a su flanco un escuadrón de la caballería.

Canterac con el resto de esta arma y dos batallones del Gerona constituía la reserva. La artillería desmontada quedó a la retaguardia de Villalobos, salvo algunas piezas que llevaba Valdés. El plan de los realistas era sencillo.

 Se reducía a rebasar la izquierda de los patriotas (que mandaba La Mar y estaba formada por peruanos) acometiendo su flanco y amenazando su retaguardia, mientras que Villalobos secundando este movimiento cargaría sobre la derecha y cogido así el enemigo como entre tenazas. Monet con el grueso de las tropas se lanzaría sobre el frente.

Relata el P. Vargas, que Valdés desde las faldas del cerro Condorcunca miraba con largavista el movimiento de los patriotas. Luego “fijando el anteojo sobre el terreno de la derecha que era el punto que a él se había asignado les decía:

Es la división peruana la que a esa parte se dirige, voy a vérmelas con La Mar, me situaré a otro lado de la barranca, la artillería se colocará en aquel punto (señalándolo), poco más allá la infantería y a sus flancos la caballería, de esa manera podemos sin gran dificultad posesionarnos de aquella importantísima posición que ofrece la eminencia que allí se ve. Conseguido eso, dentro de dos horas todo quedará concluido pues tomaremos al enemigo por dos fuegos. Monet lo atacará por el centro y Villalobos por la izquierda.”

Como puede apreciarse, todo el poder español en Ayacucho buscaba concentrarse contra la División Peruana mandada por La Mar, y pensaban ganar la batalla destruyéndola. Valdés era sin disputa el mejor general del ejército español, no sólo por gran valor sino por la rapidez con que ejecutaba sus marchas y movimientos y por la visión certera y rápida que tenía de la situación. Era el mejor táctico y estratega del ejército realista.

Sucre dispuso que la División Peruana con La Mar se ubicara a la izquierda, Córdova a la derecha y al centro la División Lara que se encontraba muy maltratada por la derrota de Corpahuaico. A sus flancos estaba la caballería.

Fue Valdés el que inició el ataque al que le salieron al encuentro los guerrilleros morochucanos al mando del coronel Carreño. No había contado Valdés con este contratiempo, pero pronto lo superó y se volcó como una avalancha, atacando la infantería mientras que la caballería golpeaba los flancos de la Legión Peruana y la artillería los sometía a nutrido fuego.

El general Villalobos, debía atacar, sólo cuando Valdés estuviera ya arremetiendo con el grueso de sus fuerzas sobre la Legión Peruana. Como Villalobos no podía ver los movimientos de Valdés desde el sitio en que estaba, se limitó a calcular los progresos del jefe español, y cuando creyó después de cierto tiempo que Valdés ya había conseguido su objetivo, envió al Coronel Rubín de Celis que avanzara sin comprometer combate para tantear al enemigo.

Pero resultaba que Valdés no había podido penetrar y romper a la División Peruana, y lo único que ésta hizo, fue retroceder un tanto en forma muy ordenada a tiempo que solicitaba refuerzos a Sucre que le envió a los batallones “Vargas “ y “Vencedor. La llegada de estos cuerpos asombró a Valdés que se vio precisado a detener el avance, pues comprendió que la cosas no andaban bien en el resto del Ejercito Español, como para que Sucre pudiera desprenderse de dos batallones.

 En efecto, Rubin de Celis cometió el error de atacar a la derecha patriota, lo cual fue motivo para que la División del General Córdova lo destruyera, tal lo cual los patriotas de ese lado prosiguieron, avanzando, introduciéndose como una cuña entre Monet y Villalobos

Mientras tanto la caballería realista al mando de Feraz, no pudo apoyar a la infantería en sus movimientos por que le salió al encuentro la patriota al mando de Miller. Todo el plan de Valdés había fracasado.

La Mar neutralizando a Valdés sobre cuya acción descansaba todo el plan de batalla, fue el eje de la victoria de Ayacucho.

Los españoles iniciaron un repliegue general ante la arremetida temeraria de Córdova.

El general Valdés ya sin esperanza siguió luchando valientemente como simple soldado, en claro intento de morir en acción para no sobrevivir a la vergüenza de la derrota. Sus ayudantes lo sacaron, hasta donde estaban los otros jefes españoles ya derrotados con Canterac que había asumido el mando de los restos de ese ejército por estar La Serna lleno de heridas. Sólo unos 200 jinetes y unos pocos cientos de soldados de infantería los rodeaban, como restos de lo que pocas horas antes había sido un brillante ejército. Hasta ellos llegó un ayudante de La Mar para ofrecerles una capitulación que aceptaron porque no había alternativa.


La capitulación se ajustó entre Sucre y Canterac.- Antes hubo consejo de oficiales en el ejército realista y hasta el general Jerónimo Valdez aceptó.

De acuerdo a la capitulación en todos los lugares del Perú donde habían guarniciones españolas, estas debían entregar las armas, cuarteles, bagajes y caballos militares a los independientes..Los oficiales y soldados españoles que deseaban regresar a su patria, recibirían pasaje pagado del gobierno peruano, y mientras tanto podían conservar su uniforme. Los oficiales y soldados del ejercito español, podrían ingresar al ejercito peruano, si así lo quería, y conservarían su grado militar.. La Plaza del Real Felipe sería entregada a los independientes.

Los solados españoles derrotados en Ayacucho formaron en columnas y recibieron los honores militares de una rendición honrosa.

Algunas estipulaciones de la capitulación no se pudieron cumplir, pues el general realista Olañeta seguía sublevado en el Alto Perú. En el Callao, el general Rodil se negó a entregar la fortaleza, y los habitantes de Huanta se negaron aceptar la capitulación de Ayacucho.

Los realistas tuvieron 1400 hombres entre muertos y heridos. Los prisioneros llegaron a 1000. Se tomaron 2500 fusiles y toda la artillería consistente en 14 piezas.

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