La crisis social y económica del Perú, al inicio de su etapa republicana, no se debe solamente al proceso de su independencia. El virreinato venía siendo empobrecido por su mala administración y por sus luchas internas. Recordemos que en 1789 Túpac Amaru encabezó su revolución y que Mateo Pumacahua, también se levantó en el año 1814. Con los movimientos independentistas, el Virreinato del Perú se enfrentó, además, con la lucha por mantener sus territorios: primero con Chile, luego el Alto Perú (norte de Argentina) y finalmente en Quito. Esto significó el empleo de ingentes recursos de hombres, dinero y merma de la producción.
Los llamados criollos del virreinato se sintieron amenazados ante la posibilidad de la Independencia y con la idea de defender sus privilegios apoyaron a la causa de la corona, siendo finalmente derrotados y empobrecidos con las sucesivas confiscaciones, los préstamos forzosos y las vicisitudes de la guerra. Como consecuencia de toda esta crisis, gran parte de la administración colonial sobrevivió a los primeros cincuenta años de vida. Cuentan los historiadores de la época que la virulencia de las confrontaciones, junto con la avaricia de uno y otro bando, convirtieron a todo el territorio en tierra de nadie, donde el más fuerte se apropiaba de diferentes bienes y arrasaba con todos los productos del campo (sembríos y ganados). Por otro lado, las explotaciones de los yacimientos mineros decrecieron al igual que los obrajes. A ello se sumó el atraso tecnológico para este tipo de producción.
La guerra duró cuatro largos años. Entonces, cuando se proclama la Independencia, el Perú ya estaba en un proceso de empobrecimiento, desgastado por las luchas internas. Una de las primeras mediadas económicas que tomó San Martín fue el de anular el comercio exterior; y en el interior, el reclutar soldados, lo cual significó disminuir la mano de obra, arruinando la agricultura, la minería y las industrias.
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