lunes, 11 de julio de 2011

La Batalla de Junín

El 2 de agosto el Libertador Simón Bolívar pasó revista a su ejército en el llano de Rancas, y terminó con estas palabras elocuentes:

¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.

¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos; ellos, pues serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates.

¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles. —Simón Bolívar

El informe dado por el general Tomás de Heres, secretario general de Bolívar, elaborado el sábado 7 de agosto en el cuartel general de Reyes decía entre otras cosas lo siguiente:

“los enemigos habían avanzado hasta Pasco, volvieron sobre sus pasos a marchas forzadas, en consecuencia de las noticias que tuvieron de la dirección que seguía el ejército.

S.E. contaba con forzarlos a una acción formal situándose a su retaguardia por el camino que ellos debían de llegar a Jauja, pero la precipitación con que marchaban, les proporcionó la dichosa casualidad de llegar y aún pasar el punto en que debíamos encontrarnos, algunas horas antes con nuestro ejército, que tuvo que hacer una jornada por terreno escabroso y difícil.

En este estado, observando S.E. (Bolívar) que el enemigo continuaba sin cesar su retirada y considerando por otra parte que se escapaba de entre las manos la ocasión de terminar de un golpe la penosa campaña en que nos hallamos y decidir la suerte del país, resolvió adelantarse con la caballería al trote, mandada inmediatamente por el intrépido general Necochea y situarla en la misma llanura que ocupaban los enemigos, esperando que aquellos que nos habían buscado tan resueltamente, aprovecharían la ocasión que se les presentaba de lograr sus deseos, o que viendo a nuestra fuerza de caballería sobre ellos, comprometerían una acción para salvar todo su ejército.

Sea correspondiendo a estos cálculos, o por una ciega confianza en su caballería, los enemigos cargaron a la nuestra en una situación bien desventajosa para nosotros; el choque de estos dos cuerpos fue tremendo y al fin después de diferentes conflictos en que ambas partes lograban la ventaja, la caballería enemiga aunque superior en número y mejor montada que la nuestra, fue completamente desordenada, batida y acuchillada, hasta las mismas filas de su infantería, que durante la acción continuaba la marcha hacia Jauja y se hallaba muy lejos del campo, cuando aquella se decidió. Nuestra caballería ha mostrado un arrojo que mi pluma no alcanza a expresar y que sólo puede concebirse recordando los siglos heroicos.

El resultado de esta brillante jornada ha sido la de doscientos treinta y cinco muertos en el campo de batalla, entre ellos diez jefes y oficiales, más de ochenta prisioneros, muchos heridos y una infinidad de dispersos. Se han tomado más de 300 caballos apareados y el campo de batalla está cubierto de toda clase de despojos. Por nuestra parte hemos tenido fuera de filas 60 hombres muertos y heridos. Entre los primeros al capitán Urbina de Granaderos a Caballo de Colombia y al teniente Cortés del primer regimiento de caballería del Perú. Entre los segundos al bizarro general Necochea con siete heridas aunque ninguna de cuidado, al coronel Carvajal de Granaderos a Caballo de Colombia, al comandante Sobervi del 2do. Escuadrón del 1er. Regimiento del Perú, al sargento mayor Felipe Brown y al capitán Pedraza, ambos de caballería de Colombia. . .”.

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